Me atrapo la noche con nostalgia, y en un abrir y cerrar de
ojos me convertí nuevamente en un niño, en lo que solía ser, en lo que en algún
lugar dentro mío todavía soy. Comencé a recordar esas
cosas que hacemos los niños, como la vez que robe un encendedor y para que
nadie me viera me escondí debajo de la cama y lo encendí, al final todo el
mundo se entero, ya que el colchón se prendió fuego.
Recuerdo aquella vez que me contaste, porque tu
también fuiste un niño, que corrías a alguien por un corredor de la escuela y
te cerraron la puerta de vidrio antes que puedas atraparlo y cuando te diste
cuenta ya la habías atravesado, la rompiste, esas cosas que dejan marcas
físicas; tengo un montón de esas por si algún día queres que te cuente.
Recuerdo el día que mi madre me hablo por
primera vez de la muerte, estaba completamente azorado, aterrado, me despertaba
por las noches pensando que todo por lo que lo estaba allí tenia un fin, que yo
lo tendría también. No podía entender la idea que ella fuese conciente de ello
y aun así, lo podía pasar de largo, como si no importara, que todo sea
transitorio que solo estaríamos acá por un peñasco e insignificante peñasco de
tiempo, supongo que luego nos acostumbramos y por momento lo olvidamos,
ignoramos…
Sin embargo el jueves pasado fue un día para
morirse, esos días que son tan poéticamente hermosos qué no importaba si me iba
de este mundo sin dejar una huella, simplemente por que mi pecho explotaría de
la emoción y la alegría.
Ese día me gane la
sonrisa de una niña, que tímidamente escondía su carita, comenzamos un juego de
miradas, sonrisas, y caras tapadas... mientras mi "yo", mi niño le
hacia muecas y nos reíamos. Era yo viviendo a través de ella, era yo
escondiendo mi cara mirando de reojo entre tímidas muecas de confianza secuaz.
Tuve flexibilidad algo que me alegra siempre, algo que duele
y mucho… nunca fui de esas personas laxas que con su cuerpo hacen lo quieren,
no me rindo, aunque cueste sudor y lagrimas lo amo porque todo lo bueno cuesta
y para valorarlo tiene que....
Y al final del día fui
a nuestro encuentro… te vi. Mis piernas temblaban probablemente por el
ejercicio o es lo que quiero creer, mis manos delatoras comenzaron a sudar y cuando pensé que tus ojos habían olvidado
los míos, o cuando los míos comenzaban a olvidar los tuyos, se encontraron en
un frenesí de miradas en un mar de ojos. Fue volver a la vida después de un
gran letargo.
Cenamos y hablamos durante horas, me gustaba
sentir tu mirada cuando no te miraba, en un ida y vuelta de miradas cómplices y
sonrisas de medio pelo, fue como si el tiempo no hubiese pasado, tu ausencia se
convirtió en permanencia, y creo que de alguna forma fue así...
Ese día fui niño, hombre, sacrificio, amor,
dolor, excitación, sonrisa, ojos, fue estar completamente vivo.